El edificio es realmente llamativo y bastante original, su interior está bien pensado pero lo que alberga un poco aburrido. Merece la pena visitarlo para percibir los espacios, el blanco puro y observar la fachada.
En el vestíbulo hay una salita con talleres para niños al que no pudimos entrar porque la actividad de día se desarrollaba en el último piso, cuando llegamos allí no había nadie (desilusión después de subir y subir). Tienen planteadas tres rutas para niños diferenciadas por edades, muy buena idea si alguien nos lo hubiese explicado al principio del recorrido. Aun así decidimos bajar caminando para encontrar todas las pistas de las rutas y hacer las actividades en casa. Otra cosa positivas: es gratis y menos mal.
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